viernes, 29 de noviembre de 2013

Ante el espejo


Las lanzas le rozan cada vez más su cuerpo tembloroso. Cierra los ojos y sabe que en cualquier momento sentirá el frío e hiriente metal que atravesará sus carnes sin reparo alguno. Abre los ojos y todavía no llega el arponazo, fue su compañero quien recibió el primer golpe; su dignidad quedó tan maltratada que jamás volvió a levantarse, murió casi al instante. Lo peor de la situación es que le gusta estar en ese ambiente; comenzó ese recorrido con grandes expectativas pero a medida avanzaba el tiempo, su cuerpo y su mente recibieron la mayor cantidad de golpes que cualquier ser vivo puede llegar a soportar. La escena transcurría paralelamente a una realidad desordenada, fuera de foco y ella, estática como un ancla, mantenía los pies adheridos al suelo; las piernas se le tornaban pesadas y el pensamiento se generaba cada vez más lento. Vivía en una especie de letargo, lo que ocurría fuera de la zona de tortura era igual o más difuso que ese horrible escenario en el que convivía. Se sentía, muchas veces, invisible ante los demás o como si estuviera caminando sobre arena movediza. Sabía que muy dentro de sí había algo que valía la pena pero ¿Cómo hacer que otros lo vieran?. A nadie realmente le interesaba.
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-¡Los dolores muchas veces no merecen ser expresados!- pensaba mientras caminaba hacia la zona de tortura. -¡Quizás hoy será el día en que de una vez por todas acaben con mi espíritu! como hicieron con ese joven aquél día-. Se sentó y notó esa mirada de arrogancia de quienes han salido airosos de los castigos; éstos, henchidos de elogios, flotan por encima del hombro de los ciudadanos comunes que aún sueñan con ser grandes hombres. Subió ligeramente la mirada hacia el reloj que yacía en la pared, sus agujas rompían con sorna y perversión el tiempo que se detenía maliciosamente. - ¡Coño! ¿Por qué me gusta tanto esta vaina?, Si no fuera por el placer intermitente, no estaría aquí.- y no solo pensó en eso, también maldijo su suerte y contó los obstáculos que se han presentado en su camino. El tiempo era cruel con ella, se materializaba en tedio y falta de voluntad. Miraba a su alrededor y nadie más sufría lo que ella sufría.

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Así fueron transcurriendo los años y las torturas aumentaron enormemente, hasta reducir su cerebro a la nada. Ya casi no podía generar pensamiento alguno, era una especie de autómata, pero con ligera conciencia, que es peor. Y así transcurrieron sus días, frente al espejo insistente, que era su realidad, frente a la hoja en blanco que se burlaba de su incapacidad. 

martes, 17 de septiembre de 2013

Mi mejor amigo

Esperando que estés en la inmensidad
Marko es mi nombre, sí, con K y no con C porque mi mamá así lo quiso, creo que me quería diferenciar de alguien, no sé de quién. Desde muy pequeño me consintieron muchísimo, creo que fui el primero y el único de mi especie hasta ahora en la familia. Nací en una tierra hermosísima de la que recuerdo siempre su amplio cielo. Llegué a casa mediante engaños, pequeñas mentirillas blancas que mi mamá tuvo que hacer para que me aceptaran, aunque al final terminaron amándome como locos, lo sé. Me convertí en ese pedacito de  la inmensidad que mi familia dejó atrás, la nostalgia que producen a veces las malas decisiones. Fui testigo de alegrías y grandes necesidades, sin embargo, nunca me faltó afecto, es raro pensar en eso, desde el lugar donde me encuentro ahora. Es irónico. Todo esto lo recuerdo nítidamente pero en blanco y negro, escalas de grises que rememoran momentos de felicidad. A medida que fui creciendo aprendí a reconocer lo bueno de lo malo, hay gente buena y gente mala, comida buena, comida mala, costumbres buenas y costumbres malas, en fin, la percepción de los seres humanos, generalmente, se dividen en lo que es bueno o es malo. Estuve a punto de morir, gracias a las malas acciones de unos, pero afortunadamente pude librar esa batalla.

Desde entonces me convertí en el centro de atención de la casa, pero luego de un tiempo comencé a notar que la casa se quedaba vacía, pensé que me llevarían, hasta que un día me llevaron a casa del señor fastidioso y casi gracioso que se la pasaba molestándome, lo odié esos días. Nunca me fueron a buscar y luego este señor me llevó a casa de otro señor peor que él que me abandonó porque no lo defendí de unos ladrones, ¿Acaso yo era policía?, yo también me asusté. Ahora vivo en todos lados, acompaño a Ramón a hurgar en la basura, él me cuenta cómo era su vida cuando tenía familia, cuando todavía era alguien "bueno" con los demás. Yo veo en Ramón lo que nadie más ve; él es víctima del destino y de la omisión de algunos ¡Pobre diablo!.

Hace tiempo ya me siento extraño, Ramón ya no me ve casi, no me presta atención, es como si no pudiera verme, es extraño, antes la gente me corría donde estuviese y me miraban con recelo, ahora soy invisible. Desde que comí aquel delicioso plato que me dio la enemiga de Ramón tengo esa sensación de invisibilidad. Me sentí mal unos días, vi llorar a Ramón pero no entendía nada de lo que sucedía. Hace más de seis años que no sé de mi familia, dejaron de quererme, supongo, yo no los olvido, como tampoco olvido al malagradecido de Ramón. Hoy amanecí con un sueño insoportable, poco a poco se cierran mis ojos solo puedo divisar a Ramón que se aleja sin voltear la mirada.

viernes, 23 de agosto de 2013

¿Sociedad o suciedad?

Vista 
En la sociedad donde vivo hay un mal que ataca a todos los que la conforman. Es una extraña enfermedad que hasta hoy los científicos más calificados no han dado con la cura. Es raro, pero una de las hipótesis dice que la cura está en el ejercicio de la buena voluntad, en la sinceridad, en los "buenos valores" que nos inculcan durante nuestra crianza; a pesar de que sabemos que no se trata de un padecimiento físico, ha alcanzado lugares inimaginables, su primer síntoma es la hostilidad. Esta enfermedad no es localizable en ningún órgano del cuerpo pero lo utiliza como robot para ejecutar sus deseos. Esta enfermedad como todas las enfermedades tiene un humor perverso y retorcido, se manifiesta de manera muy cruel, sin embargo, parece no molestar mucho a esa sociedad que camina resignada día a día, cumpliendo con la rutina acordada, ¡bendita rutina! o ¿maldita, debería decir?. 

La enfermedad de la que les hablo es un huésped mal agradecido que con el pasar del tiempo acaba con su anfitrión. Otra hipótesis sobre su origen propone que se originó con la política de este país, esa que lo alimentó bastante durante los últimos 15 años. Desde entonces el caos se ha vuelto pan nuestro de cada día y es como el cafecito de las mañanas, lo primero que saboreamos al levantarnos. Un profesor un día nos dijo -¿Ustedes creen que el apocalipsis viene en camino?, ¿no se dan cuenta que se instaló desde hace rato?- y es verdad, cada día que transcurre me confirma que vivimos en un apocalipsis perenne. El infierno dejó de estar en el subsuelo desde hace varios años y emergió con sorna. 

La sociedad (o debo decir, la suciedad) en la que vivo tiene algo de diabólica, de ridícula; la enfermedad la ha insensibilizado, lo increíble es la realidad y lo sensato es lo inverosímil. El ciudadano promedio vive una disyuntiva diaria, no sabe si reir o llorar pero prefiere reir para que el dolor no golpee tan fuerte. Una bestia deforme controla los poderes, y sus tentáculos son infinitos, tejió una enredadera donde el principio el fin son indeterminables. La enfermedad te ata los pies y no te deja caminar, su invisibilidad es su punto fuerte y no sabes cómo atacarla, creo que hay que rendirse, buscar otros horizontes. Si de algo nos sirve vivir en esta sociedad es para aprender a diferenciar entre los distintos tipos de mierda y también que unas son mejores que otras.

El caos me llama y no puedo continuar escribiendo estas líneas que muchos ignorarán porque la enfermedad ya los ha contaminado por completo, sin embargo continúo pensando en cuándo retornaré a mi refugio de la soledad, donde la única decepción será mi propia existencia, al menos ese es un gran consuelo del que me apego diariamente. 

jueves, 8 de agosto de 2013

La ciudad fantasma

Esta ciudad habita en mi mente, en un recuerdo. Es un lugar privilegiado de mi memoria que únicamente evoca nostalgias, sé que en el fondo ya no existes que tu tiempo ya expiró, sin embargo continúo pensandote cada segundo de mi vida, eres mi punto de referencia obligado. Me brindaste el paisaje de mis primeros años de conciencia, el terreno donde sembre las raíces que aún se adhieren a tu cuerpo. Nadie entiende este sentimiento, es intransferible y al exponerlo suena a canción repetida, a más de lo mismo; para mí eres mucho más que eso. La ciudad fantasma es un abismo que divide mi experiencia de vida en dos, inevitablemente lo tengo que referir a quien no me conoce. En la ciudad fantasma el cielo y la llanura parecen ser uno solo, la sensación de amplitud y tranquilidad es incomparable, esa es la ciudad que vive en mi memoria. Por otro lado, subsiste la ciudad real que es una desconocida para mí, yo me quedé en el pasado, en un tiempo remoto que lamentablemente no se repetirá jamás. En la ciudad fantasma también se quedaron los habitantes fantasmas que igualmente pertenecen al reino de mi memoria. ¿Me recordarán como yo a ellos?, no lo creo, me gustaría pensar que sí. 

En la ciudad fantasma dejé cuestiones inconclusas, cosas que pudieron ser, no sé si buenas o malas pero sucesos potencialmente importantes para mí. Al abandonarte adquirí una condición que me acompañará toda la vida, la de eterna errante, insatisfecha por cualquier espacio que no seas tú. No todo ha sido tan malo, te confieso, personas y sucesos maravillosos acontecieron en tu ausencia. Eres como el mal amante que no deja ser feliz al otro desde la distancia.

Inevitablemente el mundo sigue girando, debemos continuar pese a cualquier dolor, vivo con uno desde mi partida, tus habitantes no saben apreciar tu imponente belleza, muchos dicen que estás muriendo. Te han ultrajado tantas veces que ahora quedan vestigios de tu hermosura. Te quiero agradecer por acobijar a mis padres  como si fueran tuyos; desde la nostalgia te admiro, el desplazamiento me hizo quererte aún más. Gracias por ser el terreno fertil que aún abriga mis semillas.

sábado, 3 de agosto de 2013

Un siglo y un año

DOÑANA
Un siglo y un año han pasado desde tu primera mirada a este mundo, desde entonces has luchado fuertemente, sólo tu amplia memoria puede relatarnos eso. ¿Por cuántas cosas has pasado? ¿Qué esperabas de esta vida? ... tus relatos son fiel evidencia de que la experiencia es lo esencial de la vida, los recuerdos, lo vivido. Pocos te valoran por eso, creen que eres una novedad, un caso extraño que merece relatarse en el periódico, pero nadie se detiene a preguntarme cómo te sientes. Tu tono de voz dulce me enternece, por alguna razón, me lleva a un lugar cuando pequeña, me ofrece seguridad, tus palabras son  suave melodía, sabiduría en estado puro.

En un siglo y un año muchas arrugas han adornado la hermosura de tu rostro, seguramente detrás de ellas hay muchas historias que contar, una dicha para quien las pueda oír. Esos ojos azules que embellecen tu cara han visto lo que nadie jamás podrá ver; tu corazón ha soportado como todo un valiente los golpes de la muerte, fría e invisible, no te ha privado de ese dolor, sin embargo, has salido airosa, a ella no le temes.

Un siglo y un año de duros caminos que has transitado con tu propio esfuerzo, eres ejemplo de constancia, lo que tú has aprendido no puede ser comparable con ninguna carrera o posgrado, eres enorme, tanto que a muchos le eres ininteligible. Doña, como muchos te llaman, me hubiese gustado tener mejor posibilidades y atenciones para ti, sé que no leerás esto, que no responderás a mis preguntas, pero sé que te sientes plena, fuerte aún, quisiera tener todo eso, regálame un poco de constancia que estos últimos días me ha fallado un poco; contágiame de tu optimismo para poder decir como tú que "Nada es imposible".

Sólo quería decirte, ¡feliz cumpleaños! y espero verte pronto para recostarme sobre tu regazo y relates, una vez más, el día de mi nacimiento. 

martes, 23 de julio de 2013

Esa realidad que persiste

Desde este pequeño edificio que apenas tiene 9 pisos hay dos realidades, quizás una tercera. Los habitantes temporales de aquel edificio viven la realidad engañosa, disfrazada de felicidad, sumidos en una profunda conformidad con la limosna que llega cada dos semanas; ellos no saben el verdadero significado de la riqueza, ignoran que el espíritu y la mente también se alimentan y que el tesoro que estos aguardan es inconmensurable. El otro grupo de habitantes, mucho más pequeño, conforma la gran élite, la diminuta tiranía disfrazada de reino. La verdad es que no son más que un parapeto autoritario. Ambos grupos conviven diariamente para administrar una pequeña porción de país. Los días pasan y el pequeño grupo es antítesis de lo que profesa, el primer grupo es inconsciente de ello y vive engañado. Es la representación criolla de una que otra escena orweliana, (cosa que asusta un poco) pero que se olvida fácilmente. Ya han pasado 3 años, el big brother de turno es una bestia, una mujer deforme cuyo tono de voz atemoriza hasta al más valiente. Sin embargo, no todo es desdicha, tengo la certeza que las esperanzas adormecidas esperan el momento correcto para levantarse. Mientras tanto miro ese espejo que me enseña esa breve muestra de país.

lunes, 22 de julio de 2013

Exorcismo de un futuro profesional

Varios días han transcurrido desde que empezó la travesía, desde entonces se ha desdoblado y lo que se ve de ese sujeto es la carcasa, el empaque, lo que le permite mostrarse ante los demás. Su vista únicamente se concentra en la pálida pantalla que hasta entonces es dueña de su vida, de su espíritu y de su sueño. Desde aquel día los días son de cielo oscuro y las noches breves destellos de cielo claro. Ella pasa ligeramente detrás de él, ríe, un pequeño roce en su cabeza le señala su presencia pero el sujeto o lo que queda de él, inmutable, responde con una seña breve. En estos días que han sumado meses, el sueño se confunde con la realidad, el autómata que diariamente se ve fugazmente llega finalmente a la meta; lo que éste no sabe es que dentro de esta larga experiencia, el final no necesariamente está donde creemos.