domingo, 6 de abril de 2014

La vida de estos días

Los dolores y las desgracias son, lamentablemente, material para hacer "buena" letra. Lo "bueno" no quiere decir el grado de calidad de lo que se escribe, sino la potencia que representa, como materia prima, en la escritura. A partir del sufrimiento que nos embarga podemos escribir desde lo más profundo, desgarrando a través de las palabras, la carne que duele y palpita como una herida abierta. Siempre he pensado que muchos de los personajes que admiro han sido grandiosos por el tamaño del sufrimiento que llevaron a cuestas; En ocasiones, la grandeza del espíritu es proporcional a la cruz que nos toca llevar, y no solo eso, también el cómo sobrellevamos esa carga. Cada uno de nosotros tiene la suya; las hay individuales y colectivas, estas últimas son las que nos identifican y unen (o nos separan en el peor de los casos) como sociedad.

Siempre he tenido la convicción de que para comprender al otro es necesario ponerse, aunque sea por un instante, en su lugar; sentir, padecer, sufrir, lo que vive el que está del otro lado. Me gusta hacerlo a veces, aunque en ocasiones me encuentro con individuos impenetrables, turbios, cosa que me dificulta entender otros comportamientos. Me parece que esto es una enfermedad que nos ha infectado a todos, la vida cotidiana se ha convertido en una lucha de poderes y egos: en el metro, en la cola del supermercado, en la camionetica, en el vecindario, el banco...en lo que llamamos ¡Vida!.

¡Vida! Sí, con signos de exclamación, porque es un todo, es lo único que tenemos a manera de préstamo, un tanto irónico ¿no? porque no la poseemos plenamente, es por ello que no comprendo cómo en estos días no se valora la existencia, así, simple, sin materialismos. La vida que significa despertar todos los días y ver a tu familia, respirar, sentir el calor del sol, disfrutar del olor del café en la mañana, para luego darle gracias a Dios por nacer en un país donde existe la arepa, el aguacate y el mango. A eso me refiero con la palabra "vida".

Vivir, para mí, es equivalente a disfrutar de las palabras, valorar tu idioma, superar la equivocación, sin miedo, respetar al ser que al igual que tú, respira y "vive", sonreír al recordar una ciudad hermosa, un buen beso, un abrazo. Por eso hoy el dolor que me motiva a escribir esta entrada es por aquellos a quienes se les robó la vida; a ellos que no volverán a oler un delicioso café por la mañana, que no probarán una arepa ni abrazarán a sus padres, nunca más. Aquellos que dejaron de existir como consecuencia de otra voluntad retorcida, guiada por una "ideología" absurda.

Me es muy difícil ponerme en el lugar de ese "otro" ¿qué pasará por la mente de quien haló el gatillo? ¿dormirá plácidamente? Al final del día, saluda a su familia, conversa con sus amigos y su rutina diaria no se ve afectada de ninguna manera, "vive". ¿Tendrá remordimiento?, me es imposible precisar qué pasa por esa mente de quien tuvo la oportunidad de no repartir muerte a otras familias pero que simplemente decidió otra cosa sin contar con las consecuencias imborrables en la vida de muchos.

¿Cómo puede estar bien vivir en una zozobra perenne, pensar que la cotidianidad es superar los obstáculos que la delincuencia te pone día a día? ¿Cómo puede estar bien ver dos cadáveres en la calle mientras vas a tu trabajo? ¿cómo puede estar bien rezar todos los días por llegar bien a casa? ¿cómo puede estar bien vivir como un blanco constante en la mira del cazador? ¿Cómo puede estar bien vivir en una sociedad que te hace sentir como idiota si cumples las leyes?...

Vivo en esta distopía retorcida que se burla de mí, intentando pisotear lo poco que queda de mi voluntad. Vivo en un tiempo cruel que pone a prueba tu estabilidad física y mental, en una especie de circo. Felizmente tengo las palabras como acto de rebeldía, como espina fastidiosa para el dueño de aquel circo. El poder de la palabra como catarsis para el alma, como centro de desahogo. Solo queda cultivarla...

Por aquellos que eran el futuro y que a fuerza, hoy no están, debemos alzar la voz, por la vida y por el dolor de las familias incompletas, no debemos callar y resistir los días difíciles que están por venir. Por que se escriba más la palabra VIDA que la palabra MUERTE.

Hubiera preferido no tener material para hacer "buena" (o mala) letra... hubiera preferido sentarme frente al computador con una sonrisa ...

YMCV

viernes, 29 de noviembre de 2013

Ante el espejo


Las lanzas le rozan cada vez más su cuerpo tembloroso. Cierra los ojos y sabe que en cualquier momento sentirá el frío e hiriente metal que atravesará sus carnes sin reparo alguno. Abre los ojos y todavía no llega el arponazo, fue su compañero quien recibió el primer golpe; su dignidad quedó tan maltratada que jamás volvió a levantarse, murió casi al instante. Lo peor de la situación es que le gusta estar en ese ambiente; comenzó ese recorrido con grandes expectativas pero a medida avanzaba el tiempo, su cuerpo y su mente recibieron la mayor cantidad de golpes que cualquier ser vivo puede llegar a soportar. La escena transcurría paralelamente a una realidad desordenada, fuera de foco y ella, estática como un ancla, mantenía los pies adheridos al suelo; las piernas se le tornaban pesadas y el pensamiento se generaba cada vez más lento. Vivía en una especie de letargo, lo que ocurría fuera de la zona de tortura era igual o más difuso que ese horrible escenario en el que convivía. Se sentía, muchas veces, invisible ante los demás o como si estuviera caminando sobre arena movediza. Sabía que muy dentro de sí había algo que valía la pena pero ¿Cómo hacer que otros lo vieran?. A nadie realmente le interesaba.
...
-¡Los dolores muchas veces no merecen ser expresados!- pensaba mientras caminaba hacia la zona de tortura. -¡Quizás hoy será el día en que de una vez por todas acaben con mi espíritu! como hicieron con ese joven aquél día-. Se sentó y notó esa mirada de arrogancia de quienes han salido airosos de los castigos; éstos, henchidos de elogios, flotan por encima del hombro de los ciudadanos comunes que aún sueñan con ser grandes hombres. Subió ligeramente la mirada hacia el reloj que yacía en la pared, sus agujas rompían con sorna y perversión el tiempo que se detenía maliciosamente. - ¡Coño! ¿Por qué me gusta tanto esta vaina?, Si no fuera por el placer intermitente, no estaría aquí.- y no solo pensó en eso, también maldijo su suerte y contó los obstáculos que se han presentado en su camino. El tiempo era cruel con ella, se materializaba en tedio y falta de voluntad. Miraba a su alrededor y nadie más sufría lo que ella sufría.

...
Así fueron transcurriendo los años y las torturas aumentaron enormemente, hasta reducir su cerebro a la nada. Ya casi no podía generar pensamiento alguno, era una especie de autómata, pero con ligera conciencia, que es peor. Y así transcurrieron sus días, frente al espejo insistente, que era su realidad, frente a la hoja en blanco que se burlaba de su incapacidad. 

martes, 17 de septiembre de 2013

Mi mejor amigo

Esperando que estés en la inmensidad
Marko es mi nombre, sí, con K y no con C porque mi mamá así lo quiso, creo que me quería diferenciar de alguien, no sé de quién. Desde muy pequeño me consintieron muchísimo, creo que fui el primero y el único de mi especie hasta ahora en la familia. Nací en una tierra hermosísima de la que recuerdo siempre su amplio cielo. Llegué a casa mediante engaños, pequeñas mentirillas blancas que mi mamá tuvo que hacer para que me aceptaran, aunque al final terminaron amándome como locos, lo sé. Me convertí en ese pedacito de  la inmensidad que mi familia dejó atrás, la nostalgia que producen a veces las malas decisiones. Fui testigo de alegrías y grandes necesidades, sin embargo, nunca me faltó afecto, es raro pensar en eso, desde el lugar donde me encuentro ahora. Es irónico. Todo esto lo recuerdo nítidamente pero en blanco y negro, escalas de grises que rememoran momentos de felicidad. A medida que fui creciendo aprendí a reconocer lo bueno de lo malo, hay gente buena y gente mala, comida buena, comida mala, costumbres buenas y costumbres malas, en fin, la percepción de los seres humanos, generalmente, se dividen en lo que es bueno o es malo. Estuve a punto de morir, gracias a las malas acciones de unos, pero afortunadamente pude librar esa batalla.

Desde entonces me convertí en el centro de atención de la casa, pero luego de un tiempo comencé a notar que la casa se quedaba vacía, pensé que me llevarían, hasta que un día me llevaron a casa del señor fastidioso y casi gracioso que se la pasaba molestándome, lo odié esos días. Nunca me fueron a buscar y luego este señor me llevó a casa de otro señor peor que él que me abandonó porque no lo defendí de unos ladrones, ¿Acaso yo era policía?, yo también me asusté. Ahora vivo en todos lados, acompaño a Ramón a hurgar en la basura, él me cuenta cómo era su vida cuando tenía familia, cuando todavía era alguien "bueno" con los demás. Yo veo en Ramón lo que nadie más ve; él es víctima del destino y de la omisión de algunos ¡Pobre diablo!.

Hace tiempo ya me siento extraño, Ramón ya no me ve casi, no me presta atención, es como si no pudiera verme, es extraño, antes la gente me corría donde estuviese y me miraban con recelo, ahora soy invisible. Desde que comí aquel delicioso plato que me dio la enemiga de Ramón tengo esa sensación de invisibilidad. Me sentí mal unos días, vi llorar a Ramón pero no entendía nada de lo que sucedía. Hace más de seis años que no sé de mi familia, dejaron de quererme, supongo, yo no los olvido, como tampoco olvido al malagradecido de Ramón. Hoy amanecí con un sueño insoportable, poco a poco se cierran mis ojos solo puedo divisar a Ramón que se aleja sin voltear la mirada.

viernes, 23 de agosto de 2013

¿Sociedad o suciedad?

Vista 
En la sociedad donde vivo hay un mal que ataca a todos los que la conforman. Es una extraña enfermedad que hasta hoy los científicos más calificados no han dado con la cura. Es raro, pero una de las hipótesis dice que la cura está en el ejercicio de la buena voluntad, en la sinceridad, en los "buenos valores" que nos inculcan durante nuestra crianza; a pesar de que sabemos que no se trata de un padecimiento físico, ha alcanzado lugares inimaginables, su primer síntoma es la hostilidad. Esta enfermedad no es localizable en ningún órgano del cuerpo pero lo utiliza como robot para ejecutar sus deseos. Esta enfermedad como todas las enfermedades tiene un humor perverso y retorcido, se manifiesta de manera muy cruel, sin embargo, parece no molestar mucho a esa sociedad que camina resignada día a día, cumpliendo con la rutina acordada, ¡bendita rutina! o ¿maldita, debería decir?. 

La enfermedad de la que les hablo es un huésped mal agradecido que con el pasar del tiempo acaba con su anfitrión. Otra hipótesis sobre su origen propone que se originó con la política de este país, esa que lo alimentó bastante durante los últimos 15 años. Desde entonces el caos se ha vuelto pan nuestro de cada día y es como el cafecito de las mañanas, lo primero que saboreamos al levantarnos. Un profesor un día nos dijo -¿Ustedes creen que el apocalipsis viene en camino?, ¿no se dan cuenta que se instaló desde hace rato?- y es verdad, cada día que transcurre me confirma que vivimos en un apocalipsis perenne. El infierno dejó de estar en el subsuelo desde hace varios años y emergió con sorna. 

La sociedad (o debo decir, la suciedad) en la que vivo tiene algo de diabólica, de ridícula; la enfermedad la ha insensibilizado, lo increíble es la realidad y lo sensato es lo inverosímil. El ciudadano promedio vive una disyuntiva diaria, no sabe si reir o llorar pero prefiere reir para que el dolor no golpee tan fuerte. Una bestia deforme controla los poderes, y sus tentáculos son infinitos, tejió una enredadera donde el principio el fin son indeterminables. La enfermedad te ata los pies y no te deja caminar, su invisibilidad es su punto fuerte y no sabes cómo atacarla, creo que hay que rendirse, buscar otros horizontes. Si de algo nos sirve vivir en esta sociedad es para aprender a diferenciar entre los distintos tipos de mierda y también que unas son mejores que otras.

El caos me llama y no puedo continuar escribiendo estas líneas que muchos ignorarán porque la enfermedad ya los ha contaminado por completo, sin embargo continúo pensando en cuándo retornaré a mi refugio de la soledad, donde la única decepción será mi propia existencia, al menos ese es un gran consuelo del que me apego diariamente.